Haz una pausa y responde con total sinceridad: si mañana se secara tu principal fuente de clientes, ¿tendrías un plan B?
Si tu respuesta es "dependo del boca a boca", "de los clientes que me asigna el despacho" o, peor aún, "no lo sé, simplemente espero que lleguen"... tenemos que hablar muy seriamente.
Porque esa situación, esa zona de confort que parece segura, es en realidad una trampa. Es vivir en un estado de incertidumbre constante. Es mirar la cuenta bancaria con ansiedad, esperando una llamada que puede no llegar, y aceptar casos que no te interesan solo para cubrir gastos.
Eres brillante en el juzgado, pero un novato a la hora de llenar tu agenda.
Y hay una verdad empresarial que la facultad nunca te contó: ser el mejor abogado técnicamente no garantiza tener clientes. El mercado no premia al mejor; premia al abogado que mejor sabe comunicar su valor.
Esta realidad está dividiendo el sector en dos de forma brutal:
👉 Los abogados "operarios": Son excelentes técnicos que esperan pasivamente a que el trabajo llegue. Compiten por precio, aceptan los clientes que les tocan y viven con la ansiedad de no saber qué facturarán el mes que viene. Su carrera depende de otros.
👉 Los abogados "que saben venderse": Son buenos técnicos que, además, han desarrollado la habilidad más rentable de todas: la captación de clientes. Eligen a sus clientes, defienden honorarios más altos y han construido un sistema predecible que les da control, libertad y seguridad. Son dueños de su carrera.
La diferencia entre ambos no es la calidad de su trabajo jurídico. Es que el segundo grupo ha entendido que la captación de clientes no es magia ni suerte. Es un sistema que se puede aprender.
La pregunta ya no es si necesitas más clientes. La única pregunta es...
¿De qué lado quieres estar? ¿Del que espera pasivamente a que le elijan o del que construye un sistema para elegir a sus propios clientes?